Junto
con las víctimas, lo que más atacó
el terrorismo fueron los derechos
humanos, la libertad de expresión y
la pluralidad constitutiva de la
sociedad vasca, tratando de
homogeneizarla de manera violenta y
amenazante. Eso, y el Estado de
derecho, el respeto que se debe a
las normas de que nos dotamos los
ciudadanos, el respeto a sus
instituciones, la convicción de que
unas y otras nos protegen en
aspectos fundamentales para nuestra
existencia.
Aquellos
mitos con los que pretendieron
justificar el recurso a la violencia
siguen en buena medida vigentes y
gozan de predicamento social, pero,
del mismo modo, los valores que se
vieron tan resentidos durante tiempo
–la democracia, el Estado de
derecho, la defensa del pluralismo…-
no han sido suficientemente
reivindicados ni se hace el esfuerzo
por devolverles su respetabilidad.
Todavía
hace unos días hemos vuelto a saber
del odio que pervive en algunas
personas, con actuaciones
destructivas que nos remiten a
tiempos que imaginábamos más que
superados. Todavía los valores de
respeto entre las personas, la
asunción de la diferencia de
criterios, la necesidad de convivir
los que podemos pensar de manera
distinta, la democracia, en
definitiva, no se reconoce como un
valladar infranqueable. Todavía hay
quien supone que puede hacer
política manchando o ensuciando
inútilmente el recuerdo y el honor
de aquellos a quienes mataron.
Recuperar
lo perdido, lo erosionado por la
insistente y brutal descalificación
de tantos años, es tarea que incumbe
a los ciudadanos y a sus
instituciones, para vivir sociedades
donde el crimen político sea
impensable, pero también donde lo
sea despreciar de cualquier manera
al que es distinto de mí.
El
XXI Seminario Fernando Buesa
abordará esos territorios perdidos y
reflexionará acerca de lo que se
está haciendo y se debe hacer en los
escenarios donde se formulan y
reproducen los valores sociales: en
el ágora pública, en los compromisos
y obligaciones institucionales o en
el sistema educativo, entre otros.