“Significar. Significado. Significarse”
Todas las sociedades comparten alguna visión sobre su pasado. Si no lo hacen corren el riesgo –o están en él- de ser comunidades divididas o anómicas. La ciudadanía aprecia la bondad de compartir su vida con las personas que componen su vecindad porque todas tienen una común y general mirada sobre lo que les rodea.
Entre las muchas circunstancias que rompieron el terrorismo, una de ellas fue el lenguaje preciso y el lenguaje común. El asesinato o la persecución por razones ideológicas está tan fuera de las lógicas de nuestro mundo que, siempre que se recurre a ellos, se necesita enmascarar la realidad con palabras. Durante decenios hemos vivido en Euskadi con un sector de la población que no utilizaba el lenguaje de la mayoría, que usaba unas palabras que tenían un sentido distinto de las del común.
Cuando termina un pasado de violencia, en el seno mismo de una comunidad, hace falta tiempo para que los diversos relatos confluyan en algún mínimo común denominador práctico. Esa coincidencia más o menos extensa que nos permite de nuevo convivir sin tener que reparar en cada gesto o en cada palabra del otro. Nos falta aún tiempo, pero hay que ir dando pasos en esa dirección.
No ganamos nada si creemos estar construyendo la convivencia futura mientras seguimos usando términos de ambigua significación, cuando no de doble filo o de contenido nulo. El camino que hemos emprendido es el de la deslegitimación del terrorismo y en ese trayecto las cosas tienen que volver a ser llamadas por su nombre, la realidad debe recuperar en las palabras su significado real, el que le otorga la lógica usada por el común de los mortales. Un crimen no es un accidente, igual que un asesinado no es un muerto.
Significar supone un reconocimiento que hacen los demás de tu condición, en este caso de víctima de unos hechos infames. Significado es lo que da esencia precisa a esa convención social que son las palabras, sin cuya semántica común no son nada o, peor, son más peligrosas que el silencio. Significarse es tomar partido por recuperar una normalidad con sentido, donde los términos significan universalmente porque todos hemos regresado a una norma universal: la que prohíbe la violencia contra quienes consideramos distintos de nosotros, la que no consiente imponer nuestro criterio por la fuerza.
El terrorismo ha terminado ya. Ahora hace falta recuperar una convivencia soportada en valores y expresada en palabras compartidas, que nos digan lo mismo a todos y que llamen a las cosas por el nombre que tienen las cosas.