“Activando una sociedad que se reconozca en las víctimas”
Con el fin del terrorismo no ha terminado el dolor y las secuelas que éste ha dejado. Por fortuna, las pistolas han sido calladas, pero las víctimas siguen ahí, con su perenne demanda de verdad, justicia y reparación. El capítulo de la violencia de intenciones políticas no ha terminado, a pesar de que la sociedad prefiera pasar página o de que se encuentre afectada y se preocupe más por otro tipo de problemas.
En su día las víctimas demostraron una gran capacidad para constituirse en sujeto social. Así, comenzaron a defender sus derechos ante las administraciones y consiguieron ser visibles ante los ciudadanos, recibiendo a continuación la solidaridad de estos. En los momentos actuales la sociedad debe seguir activa, por lo menos para responder a dos necesidades: fortalecer los valores democráticos que puso en cuestión el terrorismo y seguir teniendo presentes y visibles a las víctimas que produjo. La sociedad no debe olvidar la condición vicaria de las víctimas del terrorismo. No puede perder de vista que ETA actuó contra ellas para doblegar la resistencia social frente al proyecto impositivo que pretendía. Por eso el reconocimiento de su condición de afectados por la violencia va parejo al de la necesidad que tiene la sociedad de dejar patente que nunca más lo ocurrido se repetirá. Las víctimas reconocidas representan la victoria de la democracia sobre la pretensión totalitaria.
Los intereses y los caminos son, pues, convergentes. No hay una problemática de las víctimas y otra de la sociedad; solo hay una común realidad, un mismo interés. Igual que hace años organizaciones pacifistas y movimientos sociales activaron la respuesta social frente al terrorismo, hoy, desaparecidas aquellas entidades, las víctimas mismas y sus organizaciones siguen necesitando una disposición activa de la ciudadanía.
En ese escenario, la memoria de las víctimas y la construcción de un relato veraz sobre lo ocurrido son instrumentos de primer orden en el empeño de deslegitimación de la violencia, que afecta a cada damnificado por el terrorismo igual que a cada ciudadano. Las víctimas vuelven a ser así testimonio de una injusticia y de un drama colectivo que es preciso superar con el empeño y participación de todos.
Los actos de este año 2017 en memoria de Fernando Buesa y de Jorge Díez girarán en torno a esta necesidad de que la sociedad siga activada y atenta al actual proceso de final de la violencia terrorista. Es imprescindible que aquella amarga experiencia termine definitivamente sin menoscabo alguno de los valores democráticos sobre los que se asienta una sociedad digna y una ciudadanía responsable. En ese empeño el estímulo de cada una de las víctimas y de sus organizaciones sigue siendo esencial. Como desde hace décadas lo ha sido.