La
transmisión
generacional de la
memoria es uno de los
retos de todas las
sociedades humanas. Es
una necesidad
ineludible de toda
comunidad, pero no
resulta sencillo.
Además de las
alteraciones del
recuerdo, en tanto que
la memoria no es
objetiva, ni mecánica
ni física, las jóvenes
generaciones
manifiestan en
ocasiones una lejanía
con el pasado que lo
complica todavía más.
El temor, la
responsabilidad por lo
ocurrido o la negativa
a hacer de él un
tiempo propio hacen
que el pasado
inmediato sea más
difícil de asumir que
el más lejano. El
lapso temporal de una
generación, de
veinticinco años, es
por eso el más
problemático para el
ejercicio memorial.
Son
precisamente
veinticinco años los
que se cumplen del
asesinato de Fernando
Buesa y Jorge Díez. Un
aniversario tan
señalado invita a
poner en esta ocasión
el foco en ellos, así
como en la disposición
de la juventud actual
para incorporarlos a
su memoria viva.
Fernando fue un
ejemplo de político
dispuesto a llegar a
acuerdos con los
opuestos a sus ideas,
una práctica hoy poco
habitual. Jorge fue un
servidor público
comprometido con su
labor de defensa de
las libertades
ciudadanas en tiempos
de peligro. Sin tener
que acudir al
edulcoramiento del
recuerdo que propicia
el tiempo
transcurrido, bien se
puede decir que uno y
otro son ejemplos de
ciudadanía, y que por
eso son dignos de
tener en nuestro
recuerdo.
El
acto In
Memoriam de
esta vigesimoquinta
edición centra el
protagonismo en esa
juventud que empieza a
tomar en sus manos la
dirección de nuestra
sociedad. Pretende
reflexionar con ella
sobre la naturaleza de
sus recuerdos y sobre
la capacidad de la
memoria para asentar
valores positivos y
universales como son
la deslegitimación del
uso de la violencia
para lograr objetivos
políticos y la defensa
firme del pluralismo
social. Este
aniversario quiere
contribuir a instalar
entre nuestra juventud
aquel axioma de
Fernando de que “no
vale la pena ni matar
ni morir” por una
idea, porque cuando se
asesina a alguien por
una idea, no se acaba
con esa idea, sino con
la persona. Y con la
desaparición de esa
persona se pierde todo
lo que era ella y todo
lo que pudiera haber
sido.