“Reconocer
para reconocernos” es el lema que
presidirá la celebración del XXIII In
Memoriam de la Fundación Fernando
Buesa el próximo 22 de febrero y que
contará con las intervenciones de su
vicepresidenta, Sara Buesa, y del
periodista Jon Sistiaga.
La
búsqueda de la verdad sobre lo
ocurrido, llevada a cabo en los
últimos años, ha permitido trazar un
cuadro certero y fidedigno de lo que
fue el terrorismo en Euskadi y en
España. Ese conocimiento describe ya
con una precisión notable las formas,
procedimientos e intenciones que se
pusieron en marcha, y cuya
consecuencia, una de ellas, fue la
victimización de miles de personas a
lo largo de casi medio siglo. Conocer
es la manera precisa de esclarecer la
verdad, el primero de los preceptos
que reclaman y precisan las víctimas y
la propia sociedad para empezar a
sanar sus heridas. La memoria de los
detalles ilustra en ese sentido lo
profundo del desgarro social vivido,
así como la falta extrema de compasión
y la deshumanización manifestada por
determinados sectores de nuestra
ciudadanía.
El
conocimiento de lo ocurrido debería
llevar indefectiblemente a reconocer
lo hecho por parte de quienes tuvieron
protagonismo en la factura de ese mal,
de ese daño. Todavía no se muestra con
claridad una actitud en ese sentido
por parte de quienes cometieron los
crímenes y aún pagan por ello, y por
parte de quienes los sostuvieron
social y políticamente. Un
reconocimiento sin excusas,
relativismos y medias verdades
contribuiría sobremanera a sentar las
bases de un nuevo contrato social, de
un compromiso profundo entre el
conjunto de la ciudadanía dispuesta a
dejar atrás de verdad y con todas sus
consecuencias aquellos años.
Porque
reconocer el mal causado no solo
beneficia a las víctimas; también los
victimarios se rehumanizan en ese
proceso y los que construyeron
ideología y política sobre esas
acciones se recuperan para una
ciudadanía democrática. La compasión
que tanto se echó en falta es la
emoción que hoy, pasados los años,
puede humanizar la mirada hacia las
víctimas, dejando de ver en estas
aquella sociedad que pretendieron
forzar en su elección actuando en su
contra. La compasión permitirá de
nuevo ver en las víctimas exactamente
lo que eran entonces y son hoy:
personas.
La
búsqueda de la verdad, entonces, actúa
como mecanismo de recomposición de una
comunidad rota en su día por la
violencia terrorista. Pero esa
búsqueda de la verdad implica ser de
verdad, revisar con honradez la vida y
actuación propias, lo que cada uno
hizo y lo que dejó de hacer, así como
abrir el corazón y la mente estando
dispuestos a reconocer lo ocurrido.
La
verdad como responsabilidad social,
comunitaria, compartida, es un llamado
a cuantos hoy en prisión y fuera de
ella conocen de los hechos ocurridos,
y cuyo traslado a las víctimas podría
ayudar a sanar a estas y a mitigar su
dolor.
Verdad,
justicia, reparación. Conocer y dar
cuenta de ese conocimiento para
reconocernos por fin como ciudadanía
compartida y como sociedad.