“Futuros arrebatados . Vidas que emergen”
Con el título “Futuros arrebatados. Vidas que emergen”, el pasado 20 de febrero conmemoramos el XXII In Memoriam en recuerdo de los asesinatos de Fernando Buesa y de Jorge Díez.
La violencia terrorista pretendió construir un proyecto político excluyente basado en un hipotético futuro colectivo mejor, que exigía el sacrificio en el altar patrio de vidas concretas arrebatadas.
Sobre esas vidas arrebatadas y la necesidad de construir un proyecto político futuro incluyente que no olvide lo que ha pasado versaron las intervenciones de Sara Buesa y de Eduardo Madina en este acto de recuerdo.
Sara Buesa nos recordó que la idea de un futuro mejor para el pueblo vasco que pretendía ETA se basó en la eliminación de “posibilidades de los futuros concretos de muchas personas. Futuros reales, tangibles, cotidianos, que fueron arrebatados”.
Sara planteó la construcción del futuro desde la memoria y enfatizó que aspira a construir un “nosotros” vasco con una nueva versión de nuestra comunidad “más tolerante, humana y compasiva”, señalando la necesidad de “abordar este capítulo oscuro de nuestra historia para sanar, aprender de nuestra experiencia y no cometer los mismos errores”.
Sobre estos ejes giró también la interesantísima e imprescindible conversación que mantuvo después con Eduardo Madina.
En tiempo de oscuridad y de miedo, Eduardo encontró su ancla, su punto de apoyo, en un conjunto de valores que tenían que ver con su manera de ver la vida y el compromiso político.
Sara encontró como asidero el amor, en especial el amor a la vida, basado en una necesidad de servicio a los demás y valorando lo que es realmente importante.
Resultó especialmente significativa la expresión de una idea señalada por Eduardo que ha sido formulada de muy distintas maneras, pero que adquiere especial relevancia en la boca de alguien que ha sufrido un atentado terrorista: “No hay ninguna idea, ni siquiera la que más pueda importarme, que valga más que una vida, ni siquiera la que a mí menos me pueda importar”. Y añade que “madurar es pasar de las mayúsculas a las minúsculas”, funcionar en minúsculas, en voz baja, viviendo en lo cotidiano, en las cosas pequeñas.
La grandilocuencia arrogante de quienes vivían en mayúsculas, convencidos de estar en posesión de una verdad absoluta, llevó a querer imponerla por encima de todas las cosas.
Sara negó la existencia de un conflicto con dos bandos enfrentados y afirmó con rotundidad que solo existen dos bandos: el de los que defienden nítidamente la vigencia y aplicación de los derechos humanos para todas las personas, incluidas las que piensan distinto, y el de los que solamente defienden los derechos de los suyos.
Ante el final de ETA, ambos intervinientes coincidieron en la necesidad de construir una sociedad vasca que se base en la que es en realidad: plural, diversa, con muchas maneras de vivir lo vasco y de vivir su complejidad. Este futuro se debe construir basado en una memoria sólida, superando los reproches, pero con conciencia del pasado. El pluralismo y la memoria como principios fundamentales.
Nos debatimos entre la memoria y el olvido, y se debe tratar de evitar pasar página precipitadamente y que la indiferencia de una gran mayoría de la ciudadanía vasca ante la evidencia del mal no se manifieste de nuevo en obviar un pasado que no puede volver a repetirse. Un proyecto colectivo que exigirá también un compromiso personal de cada uno de nosotros, un proyecto deslegitimador de la práctica terrorista y basado en la no repetición de un pasado siniestro de graves vulneraciones de los derechos más elementales de las personas.