“Vivir en comunidad, vivir en diversidad”

El terrorismo que vivimos en el País Vasco se calificó de carácter doméstico para distinguirlo de aquel otro que se mueve en un escenario internacional. Una de sus características es que se desenvuelve en el seno de una comunidad concreta, pues invoca la supuesta defensa del conjunto de esta y precisa del respaldo de una parte de esta. Uno de sus resultados finales es que, cuando termina, esa “comunidad de violencia” tiene que volver sobre sus pasos para reencontrarse con valores comunes, como el respeto a la vida y a la libertad de los demás. Otro de ellos es que, a su final, la víctima y su verdugo comparten espacio y futuro.

La recomposición de las comunidades fracturadas por una violencia interna es un objetivo ineludible de estas. La vida se hacía insoportable en una sociedad dividida por la violencia y se hace poco asumible en otra escindida por los recuerdos, por la ausencia de un mínimo proyecto común de futuro y por la inexistencia de unos consensos básicos.

Recuperar la comunidad es necesario, porque las sociedades sin alguna integración interna no son posibles. Pero el terrorismo doméstico que sufrimos en Euskadi se soportaba precisamente en la sublimación de la idea de comunidad, además de en su consideración exclusivista y, por tanto, excluyente. La tarea necesaria de recuperar la comunidad para poder vivir en ella debe hacerse desde el respeto de su diversidad. Ello no es tarea fácil porque el debate entre los valores universales y los localistas nos ha perseguido desde el comienzo de la Modernidad. Desde luego que sería nefasto volver a encumbrar una visión homogeneizadora de la sociedad vasca, precisamente el objetivo que dio aliento al terrorismo y al proyecto político que sostenía. Al contrario, valores como el respeto a la diferencia entre la ciudadanía, y la democracia y el Estado de derecho como bases de la convivencia son los que pueden asegurarnos un futuro mejor. Esos, y el deseo de vivir en una sociedad vasca diferente de otras, con rasgos donde nos vemos identificados sus habitantes, pero sin necesidad de exacerbar estos en la búsqueda de una peligrosa pureza. Un empeño exigente y no sencillo, pero tan necesario como apasionante.

Sobre este y otros asuntos girará el XXI In Memoriam que por Fernando Buesa y Jorge Díez se celebrará el próximo día 21 de febrero.