Nuestra Fundación ha venido recopilando, junto con otras asociaciones, fundaciones e instituciones, testimonios de víctimas del terrorismo. Y en ninguno de ellos aparece ni el odio ni la venganza. Y cuando se cita la venganza es precisamente para negarla. Algunos de estos testimonios formaron parte de la exposición que sobre las víctimas organizó el Parlamento Vasco. Nos permitimos sugerir a quienes pudieran albergar dudas que repasen dichos testimonios. Testimonios por cierto, que también constan en el informe del Ararteko sobre atención institucional a las víctimas del terrorismo.
El odio es el caldo de cultivo de la venganza, y como decíamos, las víctimas del terrorismo no han empleado la venganza; siempre han confiado y siguen confiando en el Estado de Derecho a la hora de reclamar justicia por el daño injustamente recibido. Y confían singularmente en la Audiencia Nacional causándoles estupor que pueda afirmarse que sus jueces no quieran acabar con ETA.
El odio no es solamente el caldo de cultivo de la venganza sino que constituye un elemento sustancial del fanatismo. Los fanatismos no sólo proclaman su fe ciega en una idea, sino que con la misma fuerza odian todo aquello que consideran contrario a ella. Y donde realmente anida el odio es en el corazón de los asesinos de Fernando, Jorge, Miguel Ángel, de Gregorio y del resto de víctimas del terrorismo etarra. Y el odio unido a la “cosificación” de la víctima, a la transformación de un ciudadano en un enemigo sin nombre, sin cara, en algo que eliminar, ha generado centenares de asesinatos.
Pero el odio no es exclusivo de los terroristas. En ellos alcanza sus máximas cotas. También existe mucho odio en una parte de la sociedad vasca, concretamente en el nacionalismo radical. Odio que lleva a justificar asesinatos, extorsiones, secuestros y amenazas. Amenazas más o menos veladas que han llevado a una buena parte de la sociedad vasca a “mirar para otro lado”, no vaya a ser que ese odio le salpique.
Y uno de los mejores antídotos contra ese odio es precisamente la presencia y el testimonio de las víctimas. Y lo es, porque no odian a pesar de sufrir enormemente. Y de sufrir en muchas ocasiones doble dolor: el del asesinato de su familiar y el de la indiferencia, cuando no el insulto, de sus convecinos. La presencia y el testimonio de la víctimas es una de las mejores vías de deslegitimación de terrorismo. Porque la víctimas inocentes y carentes de odio convierten al activista en lo que realmente es: un asesino vil y cobarde.
Y hace falta mucha pedagogía democrática en el País Vasco, mucha educación en valores de paz, de libertad, de convivencia y de tolerancia. Porque ese odio que pretende generar desistimiento y genera indiferencia se da tanto a nivel familiar, como educativo y en el conjunto de la vida social, medios de comunicación incluidos. Por eso es necesaria la presencia y el testimonio de las víctimas.
Decíamos que existe aun mucho odio y mucho fanatismo en nuestro País Vasco. Pero que nadie busque ese odio en las víctimas del terrorismo porque no lo encontrará. El odio es patrimonio de los victimarios y de los que los apoyan.