Boletín educativo de la Fundación Fernando Buesa Fundazioa nº 10/ enero 2014 |
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COEDUCACIÓN: LOGROS Y RETOS* La escuela tiene un gran protagonismo e importancia en el logro de una sociedad en la que hombres y mujeres se reconozcan iguales en oportunidades y derechos. Lo ha tenido y lo sigue teniendo. Esto es algo que no se discute. Si pensamos en instituciones, agentes socializadores o escenarios sociales de distinta índole, no cuesta caer en la cuenta de que la institución escolar ha sido pionera en la defensa del discurso de la igualdad y en su puesta en práctica. Ahora bien, que en su cara más visible el sistema educativo y, más en concreto, la escuela se nos muestre como uno de los medios sociales más igualitarios tiene también un efecto perverso. Ha hecho que en buena medida la preocupación y la atención hacia la desigualdad y la discriminación sexual en la escuela —la que acontece y la que se re-produce— se haya visto desactivada. De hecho, estudios recientes detectan una tendencia generalizada entre alumnado, familias y profesorado —y la sociedad en general— a referirse a esta cuestión como algo superado y normalizado. Así, por ejemplo, situaciones discriminatorias, abusivas o segregadoras tienden a calificarse de puntuales. Se comparte la creencia de que la enseñanza mixta favorece y garantiza la igualdad de las mujeres y hombres dentro de ella, y contribuyen a extenderla más allá. La sensación de que en materia de igualdad de género no queda mucho más por hacer se ha instalado en el medio escolar, al igual que lo ha hecho en otros ámbitos sociales. Paradójicamente lo que ocurre es un efecto de la tarea realizada. La escuela no ha dimitido de su papel educativo pero tiene dificultades claras para cumplir un papel pro-activo en la transmisión de valores, como evidencian los estudios recientes que sobre este tema hemos publicado (Usategui y Del Valle, 2007, 2009). De hecho, los jóvenes reconocen una escuela transmisora cuando se les pregunta por la información-formación recibida en la escuela sobre contenidos que conforman lo que se conoce como educación en valores o materias transversales. Una encuesta reciente nos mostraba (Amurrio et al.,2008), que más de la mitad de los jóvenes admiten haber recibido información o debatido en las cuestiones como prevención de drogodependencias, afectividad y sexualidad, respeto al medio ambiente, igualdad entre hombres y mujeres, resolución de conflictos, violencia en el aula, en la sociedad y de género. En relación a la igualdad de género los datos son aun más contundentes: 8 de 10 recuerdan que se les ha informado o que han debatido cuestiones relativas a la igualdad entre hombres y mujeres y la mitad, la violencia de género. Un 77% admite que la escuela le ha transmitido bastante o mucho el valor de la igualdad entre hombres y mujeres. Siendo una de las cuestiones analizadas que más reconocimiento recibe por parte de los encuestados, cabe concluir que se ha conocido una escuela sensibilizada y sensibilizadora con relación a la igualdad de hombres y mujeres. Visto esto, se comprende que un balance complaciente, pero queda preguntarse si la labor realizada es suficiente y si la tarea comenzada se adecúa a las nuevas realidades educativas y sociales en la vida de los más jóvenes. De hecho, son varios los trabajos que vienen retratando a unos adolescentes que no acaban de desmarcarse de los arquetipos segregacionistas (Villaseñor Farías y Castañeda Torres, 2003; Tomé,2001), pese a que en muchos casos se asuma un discurso igualitario. El espejismo de la igualdad cobra su tono más dramático cuando se comprueba que los estereotipos en torno a lo que es ser un “hombre de verdad” y una “buena chica” presentes en nuestro alumnado están en la base de experiencias negativas de violencia y abuso en las relaciones afectivas de adolescentes y jóvenes (Gerber, 1991,1995; Martín Serrano y Martín Serrano,1999; Gómez, 2004; Toldos Romero, 2004). El discurso adolescente proyecta unos estereotipos marcadamente fieles al mandato tradicional de género con una salvaguarda argumentativa habitual: la tendencia a “naturalizar” las diferencias de género en la creencia de que en la “sociedad de la igualdad institucionalizada”, es la biología la que, en última instancia, explica las diferencias. Todo ello cuestiona, por tanto, la labor coeducadora de la escuela, además de los modelos que se interiorizan en las familias y a través de los medios de comunicación. Asimismo al explorar en las experiencias y vivencias (Usategui y Del Valle, 2007, 2009) de docentes y alumnado, la escuela se revela como un escenario de resistencias y desigualdades persistentes. El profesorado reconoce dificultades para incorporar al discurso y práctica docente lo que significa pensar el género, para despojar esta práctica de su carácter voluntarista o militante. En el alumnado, de un lado, siguen detectándose estereotipos y etiquetajes que reproducen las diferencias y refuerzan los roles sexuales en los más jóvenes. De otro, la práctica coeducativa está provocando una cierta desafección del alumnado masculino con el discurso igualitario. En las sociedades de la igualdad, el reto de la escuela es tomar conciencia y reaccionar proactivamente a los efectos perversos que conlleva un “discurso igualitario formal” que oferta “uniformidad y supuesta neutralidad” y oculta la “hegemonía de una educación masculinizada sobre la devaluación de una educación amplia y comprehensiva de todos los valores” (VV.AA., 2003). En un momento en que se tiende a la naturalización porque se conciben y perciben unos márgenes de elección individual que difuminan cuando no borran la idea de los condicionantes estructurales y sociales, es crucial la tarea de deconstrucción del género en el contexto escolar. Una deconstrucción que persiga la puesta en valor de los valores tradicionalmente considerados “femeninos” y todavía extraños a la escuela, la reivindicación para los chicos y chicas de espacios de encuentro y convivencia en los que experimentar afectivamente valores comunes que posibiliten la construcción de un modelo de persona que transcienda y vaya más allá de los tradicionales presupuestos sobre el género. Precisamente por ello, hoy sea más necesario si cabe para el profesorado, mantener vigente el interrogante sobre las viejas y nuevas manifestaciones de la desigualdad. Desde una perspectiva de género, la misma escuela que provee de igualdad de oportunidades, que tiene incorporado el discurso de la igualdad en su currículo, que trabaja y pone en valor actitudes, contenidos y conocimientos que cuestionan el mandato de género, es la escuela que sigue revelándose activa y responsable en la práctica y vivencia de la desigualdad.
RECURSOS PEDAGÓGICOS EN TORNO A LA COEDUCACIÓN Averroes. Coeducación e igualdad (Junta de Andalucía) Coeducación - Mujeres en red - Nodo 50 Construccion de las identidades de género en la Escuela (Tomé, A.) Educando en Igualdad (FETE -UGT) Emakunde - Guía de buenas prácticas (Tomé. A) Guía de Coeducación (Instituto de la Mujer) Materiales sobre Coeducación - Edualter
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